El Castellum, punto de llegada del acueducto de Nîmes, es un vestigio excepcional por su rareza. Para alimentar la ciudad con agua, a mediados del siglo I después de JC, se construyó un acueducto de 50 Km del que, actualmente, el Pont del Gard constituye un prestigioso testigo.
A partir de esta cuenca circular de distribución de agua, tallada en la roca (5,90 m de diámetro, 1,40 m de profundidad), una serie de canalizaciones de plomo conducen el agua hacia las fuentes públicas y los distintos barrios de la ciudad. Esta aportación suplementaria de agua contribuyó a asentar el prestigio de Nîmes, y a dotar a la ciudad de una mayor comodidad y un estilo de vida romano.